sábado, 24 de septiembre de 2011

Táctica y Estrategia para patear piedritas


La mayoría de las veredas de Montevideo tienen baldosas que se dividen en nueve cuadrados delimitados por canaletas que los separan. Cuando uno camina pateando piedritas, estas ven su recorrido entorpecido por el relieve que demanda dicho diseño. Esa dificultad, con la que se encuentra quien quiere hacer su camino y a la vez patear una misma piedrita, parece aclarar la razón, o al menos sincerar el pensamiento. El objeto a patear no es cualquiera, es ESA piedrita, y si por algún descuido técnico se termina enviándola fuera de la vereda, es común ver que el responsable baje el cordón para tratar de seguir con la tarea antes que sustituir el destinatario de las delicadas patadas. Montevideo es particularmente gentil con las personas que tienen que cargar algún penar.

Sin embargo, parece haber, escondido detrás de la serenidad y las tibias miradas que se cruzan por sus calles, un secreto: “Eso que te pasa a vos nos pasó a todos nosotros, todo eso que puede ir mal va a ir mal, y no va a ser olvidado”. La nostalgia, reclamada como propiedad por los usuarios de Las Letras, se puede leer mejor definida en cualquier cruce, en cualquier barrio, en cada bondi. La vieja de mierda que no te deja pasar porque tiene una bolsa llena de acelgas compradas en la feria sabe que no vas a poder con eso que te aqueja.

Le pego la primera patada a una piedra y sigue exactamente el recorrido que esperaba. La segunda hace  que la baldosa, caprichosamente, desvíe el trayecto esperado. La piedrita salta el cordón y llega a la calle. La piedra, la baldosa, la calle y la vieja de mierda que me dice que no la vaya a buscar. Yo, pacientemente, bajo el cordón y (haciendo trampa) devuelvo la piedra a la vereda con la mano.